LA REVOLUCIÓN FRANCESA

ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

 

Cómo entendemos la Revolución Francesa

 

A fines del siglo XVIII, entre los años 1789 y 1799, tuvo lugar en Francia una de las revoluciones políticas más importantes de la historia de Occidente: la Revolución Francesa. 
 
 
 
Una revolución política siempre tiene como punto de partida la existencia de grupos sociales que están en franco desacuerdo respecto del modo en que debería organizarse la sociedad.
 
 
Es necesario que uno de esos grupos tenga la intención y decisión de hacer cambios profundos en el sistema. 
 
 
A medida que se agudiza el conflicto, se va generando una crisis, es decir, un punto en que las discrepancias son tan grandes que no se logra un acuerdo pacífico y ambas partes terminan enfrentándose en forma violenta. 
 
 

 

 

 
Si triunfan los revolucionarios, se pone fin al poder establecido y se producen cambios rápidos que buscan romper con la sociedad anterior.
 
 
Las grandes revoluciones se basan en ideas políticas, económicas y sociales que promueven profundas transformaciones. 
 
 
 
Así ocurrió en la Revolución Francesa: una parte de la sociedad de Francia se enfrentó al poder establecido con la intención de poner fin a lo que consideraban injusticias del sistema dominante y de buscar una nueva forma de organizar la sociedad. 
 
 
 
La revolución significó, en el corto plazo, grandes cambios para Francia, ya que en 1799, producto de ella:
 
 
  • La monarquía absoluta había llegado a su fin.
  • Los súbditos habían sido reemplazados por ciudadanos.
  • Había mayor posibilidad de participación política, sobre todo para la  burguesía.
  • Las ideas de libertad, igualdad ante la ley y soberanía del pueblo, habían dejado de ser una ficción.
 
 
En el largo plazo, se puede afirmar que los ideales de la Revolución Francesa se convirtieron, en el transcurso de los siglos XIX y XX, en la base de nuestras actuales repúblicas y democracias. 
 
 
Nos dejó además, como legado, la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” que hoy reconocemos como fundamento para construir una sociedad con mayor justicia y libertad.
 
 
la Revolución Francesa

 

La situación de Francia antes de la Revolución

 
En el siglo XVIII, Francia era uno de los principales reinos de Europa y tenía un sistema político, económico y social que no había sufrido grandes alteraciones en los últimos siglos, al que se le ha denominado Antiguo Régimen.
 
 
En el aspecto social, la sociedad francesa se organizaba aún según el criterio medieval que reconocía tres estamentos o estados. 
 
 
Era una sociedad desigual, dividida entre privilegiados y no privilegiados.
 
 
Esta organización social era un factor de inestabilidad ya que, por ejemplo, los impuestos –cada vez mayores– recaían solo en el tercer estado, mientras el clero y la nobleza estaban exentos de ellos e incluso recibían algunos en su beneficio. 
 
 
La desigualdad también primaba en ciertas prácticas judiciales. Los miembros de los estados privilegiados, en caso de caer prisioneros, no podían ser sometidos a tormentos para obtener una confesión. Si eran condenados a muerte, debían ser decapitados. 
 
 
Los miembros del tercer estado, en cambio, podían ser sometidos a torturas y no les estaba permitido ser decapitados, sino que debían sufrir una muerte más lenta en la horca o con garrote.
 
Taller la revolución francesa

En el aspecto político, Francia era una monarquía absoluta. El rey tenía en sus manos el gobierno, las leyes y la justicia. 
 
 
Ejercía el poder absoluto sobre sus súbditos, poder que consideraba legítimo por cuanto lo había recibido de Dios y lo había heredado de su antecesor. 
 

 

Taller la revolución francesa
 
 
A excepción de los privilegiados que habían sido nombrados por el rey en cargos de importancia, la participación política de los súbditos era casi nula. 
 
 
Si bien el rey podía convocar los Estados Generales para tratar asuntos relacionados con el gobierno, esto no ocurría desde 1614. Tampoco existía libertad para opinar y expresarse.
 
 
En el aspecto económico, a fines del siglo XVIII Francia vivía una situación crítica. La Corona tenía graves problemas por los excesivos gastos que significaba financiar la corte real, la enorme burocracia y las guerras sostenidas contra Inglaterra.
 
 

La influencia de las ideas ilustradas

 

A fines del siglo XVIII este sistema estaba siendo amenazado por nuevas ideas y por el descontento de algunos sectores de la sociedad. 

 

Taller la revolución francesa
 
 
La burguesía, que había alcanzado gran importancia económica y un alto nivel cultural, pero que no tenía poder político, era el grupo más interesado en cambiar el sistema. 
 
 
Su programa se sustentaba en un conjunto de principios formulados por los filósofos ilustrados. Estos principios eran:
 
 
  • Los derechos naturales del hombre: los seres humanos poseen derechos inalienables, como la libertad, la igualdad ante la ley, la seguridad, el derecho a la felicidad, etc.
  • La soberanía nacional: el poder es de los ciudadanos y por eso los gobiernos deben tener el consentimiento de los gobernados, el cual se expresa a través de elecciones.
  • La separación de los poderes: las funciones ejecutiva, legislativa y judicial deben estar en distintas manos, en vez de un único poder en manos del rey.
  • La necesidad de una Constitución: debe existir una Carta fundamental que contenga los derechos y deberes de los ciudadanos y la separación de los poderes del Estado.
 

El ejemplo de los Estados Unidos de Norteamérica

 
 
El 4 de julio de 1776, trece colonias de Norteamérica se unieron para proclamar su independencia de Inglaterra. 
 
 
Iniciaron entonces la lucha contra la metrópoli, la que concluyó en 1783 cuando Inglaterra reconoció a los Estados Unidos de América como Estado soberano.
 
Taller la revolución francesa
 
La importancia de este proceso radicó en el hecho de que esta nueva nación fue la primera en poner en práctica los principios liberales difundidos por los filósofos ilustrados. 
 
 
Por medio de la Constitución de 1787, Estados Unidos se organizó como una república, donde la soberanía descansaba en los ciudadanos y en la que se hizo efectiva la separación de los poderes del Estado. 
 
 
Francia, enemiga de Inglaterra, prestó ayuda militar a las colonias norteamericanas.
 
 
Así, los franceses siguieron este proceso muy de cerca y muchos de ellos adhirieron a la causa emancipadora, convirtiéndose, luego en Europa, en activos propagandistas de los principios liberales, como fue el caso del marqués de La Fayette.
 
 

La agudización de la crisis económica

 
La crítica situación económica francesa se agravó por una serie de crudos inviernos que perjudicaron las cosechas, sobre todo de trigo y cebada. La escasez de alimentos trajo consigo el aumento de los precios y el problema del hambre. 
 
 
El tercer estado fue el más afectado, ya que además de soportar todo el peso de los impuestos, incluía a los grupos más desposeídos que sufrían los mayores problemas económicos.
 
 
Así, el descontento aumentó y se fue generando un ambiente propicio al estallido de la revolución.
 
 

La rebelión de los privilegiados y la convocatoria de los Estados Generales

 
Con el objeto de obtener recursos, el rey Luis XVI reunió en 1787 una Asamblea de Notables y solicitó a la nobleza y al clero el pago de impuestos. 
 
 
Estos se negaron, señalando que solo los Estados Generales podían decidir en materia de impuestos. El rey decidió entonces convocar a los Estados Generales para 1789. 
 
 
Como según la tradición, cualquier persona podía plantear sus ideas a la Asamblea, circularon por Francia miles de “cuadernos de quejas”.
 
 
 

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