EL ORIGEN DEL FEUDALISMO

INVASIONES DE LOS “BÁRBAROS”

Hacia los siglos III y IV, Europa y Asia fueron testigos de grandes movimientos de pueblos que, desplazándose de sus lugares de origen y recorriendo enormes distancias, ocuparon, muchas veces por la fuerza, las tierras cercanas al Imperio Romano. 

Aunque no se sabe con certeza el origen de estas migraciones, algunos historiadores suponen que en Europa y en Asia se resistieron los efectos de cambios climáticos, los cuales provocaron sequías, pérdidas de las cosechas, que tuvieron como resultado la hambruna de esas regiones.

Estas catástrofes habrían obligado a los pueblos de Asia Central a moverse en busca de mejores tierras y más alimentos.

Los hunos, por ejemplo, pueblos terribles por su crueldad en la guerra, se movilizaron en tres direcciones partiendo del Asia Central, su lugar de origen: hacia el oriente llegaron a China, al sur acosaron con firmeza a los pueblos de la India y, por último, al occidente chocaron con los límites del Imperio Romano y con algunos grupos no menos aguerridos: los germanos.

 

Taller el origen del feudalismo

La presión ejercida por las tropas de los hunos sobre los pueblos germánicos de Europa Oriental provocó que estos, huyendo del peligro, se desplazaran hacia Occidente, es decir, que iniciaran la migración rumbo a las fronteras del Imperio Romano, las mismas que posteriormente cruzarían.

Pero este empuje no fue la única razón de las migraciones, los bárbaros como los germanos tuvieron sus propios motivos para invadir el Imperio, pues desde tiempos atrás se habían acercado poco a poco al territorio romano, atraídos por el comercio de objetos de lujo y de esclavos.

Historiadores de la Antigüedad, que afirmaban que las invasiones germánicas habían sido devastadoras para la vida del Imperio Romano, veían en ellas solamente aspectos negativos.

En épocas recientes se han visto algunos elementos positivos del avance bárbaro sobre Roma.

Algunos historiadores afirman que, aun tomando en cuenta los destrozos causados a la organización política del Imperio Romano, los invasores bárbaros deseaban conservar la grandeza del territorio que comenzaban a poblar, debido a la profunda admiración que sentían por la cultura del Imperio.

La llegada de los bárbaros, unida a los problemas que vivía la organización política de Roma marcó el inicio de la ruptura y caída del Imperio Romano.

Los pueblos germanos en el origen del feudalismo

Los pueblos germanos habitaban al norte del río Danubio y al este del río Rin, las dos fronteras naturales más importantes del Imperio romano en Europa.

El nombre germano engloba a distintas tribus, entre las que se encontraban vándalos, lombardos, alamanes, burgundios, francos, jutos, anglos, sajones, suevos, alanos, visigodos y ostrogodos.

Algunos pueblos germanos eran seminómades, es decir, solo durante algunos meses del año se asentaban en un lugar, mientras que en los demás se movilizaban por distintas regiones, dedicándose al pastoreo y a la recolección y caza en los extensos bosques que cubrían el continente europeo en esa época.

Otras tribus vivían en aldeas construidas de madera y se dedicaban a la ganadería y la agricultura.

Los suelos que explotaban eran de baja fertilidad, por lo que tenían que dejarlos sin trabajar durante algún tiempo, aprovechándolos para la cría de ganado.

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En sus orígenes, los germanos eran politeístas, tal como habían sido los antiguos griegos y romanos.

Cada una de sus divinidades representaba algún aspecto relevante de su existencia y, además, solía estar vinculada a las fuerzas de la naturaleza.

Entre otros muchos dioses, estuvieron Odín, figura principal y dios de la guerra, Thor, dios del trueno y Frey, dios de la fertilidad. También tenían algunas divinidades femeninas.

Para los germanos los vínculos familiares eran muy importantes, su estructura social se basaba en este tipo de lazos.

Se organizaban en tribus, las que a su vez estaban formadas por agrupaciones familiares que trabajan la tierra de manera comunitaria, se protegían mutuamente y se repartían las distintas tareas que debían cumplir hombres y mujeres, siendo, al parecer, uno de los roles centrales de los hombres estar preparados para la guerra, por lo que las mujeres asumían parte importante de las demás labores.

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Los pueblos germanos se regían por el derecho consuetudinario, es decir, por sus usos y costumbres, no tenían leyes escritas.

Una instancia de suma importancia para ellos era la asamblea de guerreros o de hombres libres, donde decidían, en conjunto, sobre los asuntos que concernían a toda la tribu.

La asamblea podía rechazar o aceptar las propuestas que hacían los reyes, decidir si iban o no a la guerra y tenía, además, atribuciones judiciales.

Cuando un rey moría, elegían al nuevo soberano entre los familiares de este, asegurándose de escoger a quien fuese más apto para la guerra, es decir, no se trataba de monarquías hereditarias, sino de cargos electivos.

EL ASCENSO DE LOS CAROLINGIOS 

A los reyes francos les fue difícil mantener la unidad de sus territorios, especialmente dada la costumbre germana de dividir las tierras entre los hijos.

En este contexto comenzó a hacerse fuerte la que sería una nueva dinastía: la de los carolingios. Carlos Martel derrotó a varios otros señores, unificando gran parte de la región y deteniendo el avance árabe sobre Europa en la batalla de Poitiers en el 732

Su hijo, Pipino el Breve, fue ungido “rey de todos los francos” por el arzobispo Bonifacio, enviado del Papa.

En 754, el Papa le pidió ayuda a Pipino para enfrentar a los lombardos y como resultado de la incursión franca en Italia fueron creados los Estados Pontificios (donación de Pipino) y el rey franco fue declarado, junto a sus descendientes, Patricius Romanorum, “Protector de los romanos”.

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A la muerte del rey Pipino el Breve el territorio de los francos fue dividido entre sus dos hijos, de los cuales tan solo uno sobrevivió, Carlos, después conocido como Carlomagno, quien gobernó entre los años 768 y 814. Durante su reinado la dinastía Carolingia alcanzó su mayor esplendor. 

El primer rey germano

Carlomagno fue el primer rey germano que tuvo el título de emperador, coronado como tal en el año 800 por el Papa León III, lo que además sellaba la estrecha relación que había entre el poder político y el poder espiritual, es decir, entre el emperador y el Papa. 

Durante su reinado Carlomagno realizó diversas conquistas militares: a solicitud del Papa expulsó a los lombardos de Italia, derrotándolos de manera definitiva; venció a los ávaros, que ocupaban el territorio que actualmente corresponde a Hungría, y a los sajones, en una guerra que se extendió por 30 años. 

El imperio de Carlomagno abarcó los territorios que en la actualidad corresponden a Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, además de parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia.

 

Taller el origen del feudalismo

La administración de Carlomagno dio origen al feudalismo

Carlomagno gobernó y administró con eficacia su imperio y, a pesar de que no sabía leer ni escribir, bajo su dirección se produjeron textos administrativos y legislativos que ordenaron el vasto territorio que logró dominar.

De manera habitual dictó ordenanzas, las que eran conocidas con el nombre de capitulares, que regulaban la administración y normaban en torno a distintos asuntos concernientes a sus dominios. Organizó el territorio en marcas, condados y ducados.

Las marcas

Las marcas eran zonas fronterizas, regidas por los marqueses, quienes tenían una importancia estratégica, pues debían defender los límites.

Los condados

Los condados, más de 200 en total, eran la unidad territorial sobre la que  se basaba su imperio, cada uno de ellos era dirigido por un conde que representaba al monarca y ejercía e poder policial, comandaban a las fuerzas militares y administraban la justicia.

Los ducados

Los ducados eran una instancia territorial intermedia que se encontraba cercana a las fronteras. Además, existían funcionarios, los missi dominici, delegados del emperador que recorrían los territorios y se encargaban de supervisar a los condes y vigilar que se cumplieran las capitulares.

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Desarrollo cultural

Carlomagno también se preocupó del desarrollo cultural de sus territorios, fomentando el progreso de las artes y de las letras, principalmente en la escuela de la corte, conocida como escuela palatina, donde se copiaban textos clásicos, se escribían breviarios religiosos y se redactaban crónicas.

Se cuenta que él mismo intentó aprender a leer y a escribir.

Decretó que todos los monasterios contasen con una escuela para incentivar la alfabetización de la población cercana, lo que a la vez obligó a los clérigos a instruirse. Se rodeó de algunos de los sabios más destacados de su época.

Entre otras cosas, durante este período se concibieron las letras minúsculas, que usamos en la actualidad.

Debido a la importancia que tenían los conflictos bélicos (se realizaba una campaña de conquista cada año, en los meses de primavera y verano), los nobles fueron obteniendo cada vez mayor poder, pues los reyes necesitaban el apoyo de las fuerzas militares que comandaban y para asegurarlo los compensaban con el otorgamiento de tierras y botín, por lo que las más de 200 familias condales llegaron a poseer grandes riquezas y extensiones de territorio.

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La unidad imperial duró sin embargo poco tiempo

Luis, hijo de Carlomagno, dividió el reino entre sus hijos varones siguiendo una antigua costumbre germánica. A su muerte, los hermanos se involucraron en una guerra civil. 

En el año 843, el Tratado de Verdún puso fin a la guerra y dividió el Imperio en tres zonas. La oriental le correspondió a Luis el Germánico; la occidental, a Carlos el Calvo, y el centro –un territorio que se extendía desde el mar del Norte hasta Italia– se reservó para el hermano mayor, Lotario.

La situación era tan inestable que pronto se reanudaron las luchas entre los miembros de la dinastía, hasta que ésta acabó por extinguirse. 

Un siglo después, en la zona occidental, había surgido el reino de Francia, mientras que en la oriental se había proclamado el Sacro Imperio Romano Germánico (en el espacio que hoy ocupa Alemania). 

Durante muchos siglos, esas dos potencias se disputarían el dominio de la zona central, la antigua tierra de Lotario, o Lotaringia.

El reparto del Imperio entre los nietos de Carlomagno sentó las bases del mapa de Europa de las centurias siguientes.

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