El origen del ser humano
Cuando hablamos del origen del ser humano, nos referimos a nuestra especie: el Homo sapiens (del latín “hombre sabio”), perteneciente al orden de los primates y a la familia de los homínidos, creadores de la civilización que hoy en día domina y transforma el planeta Tierra.
El ser humano se distingue en base a sus rasgos corporales (bípedo, con articulaciones superiores útiles, capaz de andar erguido y de pelaje escaso), pero también a su capacidad de inventiva e inteligencia, la cual lo distingue del resto de los animales superiores. En particular su capacidad para el lenguaje articulado, para el pensamiento complejo y abstracto, y para la transformación del medio que lo circunda.
Sin embargo, los seres humanos nos hemos definido a nosotros mismos filosóficamente de maneras muy distintas a lo largo de nuestra historia, a medida que hemos creado y demolido religiones, órdenes sociales e interpretaciones del mundo, en búsqueda de respuesta a nuestras interrogantes esenciales sobre el origen y sentido de la existencia, o el destino final de la misma.
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En algunos contextos se empleaba el término “hombre” como sinónimo de ser humano, pero dicha utilización se desestima debido a su ambigüedad, ya que designa también a los individuos adultos del sexo masculino.
El origen de nuestra especie ha sido motivo de debate a lo largo de la historia de la humanidad, teniendo inicialmente explicaciones míticas o mágico-religiosas de acuerdo a las diversas tendencias culturales que existen, en lo que se ha denominado como el creacionismo:
El creacionismo
la teoría de que los seres humanos somos obra de un Dios o una voluntad sobrenatural o sagrada que nos otorgó el don de la inteligencia y con la que estamos, por ende, en deuda.
Es la postura aún sostenida por numerosos colectivos religiosos, que prefieren interpretar al pie de la letra el contenido de sus textos sacros, como La Biblia.
El Evolucionismo
Esto no significa que “el humano proviene del simio”, como muchos lo explican, sino que el ser humano es un familiar directo de las especies más modernas de primates, que presionadas por el ambiente y por las necesidades históricas fueron adquiriendo cada vez mayores capacidades (caminar erecto, pulgares oponibles, utilización de herramientas, manejo del fuego) y dando origen así a más y más nuevas especies, la última de las cuales es, justamente, la humana.
Los cambios que convirtieron a una parte de los primates en humanos ocurrieron de forma muy lenta. Los paleontólogos han encontrado restos fósiles que ayudan a describir ese proceso:
- La posición vertical y bipedismo, permitió un mayor campo de visión y les liberó las manos para utilizarlas en la fabricación de útiles y armas.
- El mantenimiento de la cabeza en equilibrio erguida sobre la espalda, lo que aumentó la capacidad craneal y la facultad de pensar.
- La transformación de la laringe, desarrolló el lenguaje hablado y aumentó su habilidad para comunicarse.
- El uso del fuego y de herramientas para cortar y preparar alimentos, dio lugar a la disminución del tamaño de la mandíbula y de los dientes, a la aparición del mentón y de la frente plana hasta adoptar su aspecto actual.
Los homínidos más antiguos se han encontrado en África, motivo por el que se cree que el continente africano es la cuna de la humanidad.
En diversos yacimientos del valle del Rift se han descubierto homínidos de más de cuatro millones de años de antigüedad.
En períodos posteriores, estas primeras especies se desplazaron desde África hacia Europa y Asia.
Los primeros homínidos
La evolución humana comprende el surgimiento de las siguientes especies principales (existieron otras menores que no formaron parte vital del árbol evolutivo):
Australopithecus.
Primeros primates en caminar erguidos, fueron un grupo variado y exitoso de especies, que se enfrentaron a un cambio climático intenso en la sabana de su época, viéndose obligados a abandonar la dieta vegetariana y empezar a cazar, dando así origen al género Homo.
De esta especie se conservan esqueletos bastante completos, como la famosa Lucy (Australopithecus afarensis).
Homo habilis.
El género homo se caracteriza por su capacidad de desarrollo de herramientas de piedra, y el primero de ellos existió en África hace 2,2 millones de años.
Su capacidad craneal no superaba los 800 cm3 y habría compartido época con el Homo rudolfensis, con el cual a menudo se considera una misma especie.
Homo ergaster.
Esta especie humana fue la primera en salir de África hace 1,8 millones de años y colonizar otros territorios, gracias a lo cual sirvió a su vez de eslabón entre otras dos especies venideras: el Homo erectus (en China y extremo oriente) y Homo cepranensis u Homo antecessor (en Europa).
Homo erectus.
Habitó en Asia hace 1,8 millones de años, hasta su extinción hace 300.000 años. Se cubría con pieles de animales y fabricaba diversas herramientas de piedra, además de cocer sus alimentos, pues habrían domesticado el fuego.
Esto imprimiría cambios profundos en su musculatura y su sistema digestivo, así como formas más complejas de socialización que habrían requerido entonces un lenguaje articulado.
Homo antecessor.
De mayor altura y cerebro todavía pequeño en comparación con el Homo sapiens, fueron el primer eslabón humano europeo, que sirvió de peldaño entre el Homo ergaster y el Homo heidelbergensis, y tal vez sea el único ancestro común entre los humanos modernos y el Homo neardenthalensis.
Homo heidelbergensis.
Surgida hace 600.000 años, poseían grandes cráneos de 1200 cm3 y mandíbulas salientes, mayor apertura nasal y, posiblemente, un primer lenguaje simbólico.
Sus primeros fósiles se hallaron cerca de la ciudad alemana de Heidelberg, y de allí su nombre.
Homo rhodesiensis.
Surgido hace 600.000 años en África, poseía una capacidad craneal más elevada, entre 1280 y 1325 cm3, y rasgos comunes con el H. erectus, H. ergaster y H. antecessor.
Sin embargo, sus rasgos apuntan ya más al futuro H. sapiens que a las especies que le fueron contemporáneas, por lo que se trataría de nuestro antecesor directo.
Homo neardenthaliensis.
El famoso “hombre de Neardental” habitó Europa, Oriente próximo y Asia central hace más o menos 230.000 y 28.000 años, y su extinción obedece a causas desconocidas.
Sin embargo, al haber compartido época con el H. sapiens, se piensa que la selección natural y la competencia habría favorecido a este último. Aun así, muchos humanos de hoy en día poseen índices genéticos de H. Neardenthaliensis, por lo que el cruce entre especies no ha debido ser inusual.
Homo sapiens.
El ser humano como lo conocemos surgió en dos tandas: la premoderna, cuyos cráneos no eran todavía del todo esféricos, con frente vertical y bóveda alta, aparecidos en África (Etiopía, Israel, Marruecos y Sudáfrica, principalmente) hace 315.000 a 100.000 años. Y luego están los humanos modernos, dotados de comportamiento y fisionomía moderna, y cuyos primeros restos datan de hace 195.000 a 140.000 años.
Esta especie habría sido de tez oscura y habría lentamente conquistado el mundo entero, extinguiendo activa o accidentalmente al resto de las especies del género Homo y deviniendo en la humanidad que conocemos hoy.
El pensamiento evolucionista
A mediados del siglo XIX, pensadores, científicos y hasta el público en general respiraban una atmósfera evolucionista.
La teoría de la evolución se suele atribuir a un científico inglés llamado Charles Darwin (1809-1882), aunque muchos otros contribuyeron a su desarrollo.
No obstante esto, la publicación de El origen de las especies, en 1859, un libro que le había llevado años escribir, cambió la concepción acerca del origen y la evolución humana.
La primera edición del libro se agotó el día de su publicación. Muchos científicos tenían ideas evolucionistas pero, las nociones creacionistas muy arraigadas no les permitían llegar a tales conclusiones.
Muchos otros no aceptaron la teoría de Darwin porque se negaban a abandonar la creencia en un plan divino. Darwin desarrolló la teoría de la “selección natural”, según la cual las especies de los seres vivos actuales procederían de otras especies.
En este proceso, las especies se adaptan y transforman lentamente durante mucho tiempo y aquellas que no se adaptan a la acción de factores externos, como el ambiente, se extinguen.
La evolución habría sido para Darwin continua, gradual y lineal y los seres humanos procederían de un animal parecido a los monos antropoides (semejantes a los humanos). Se pensó entonces en una cadena evolutiva, en la que cada especie de homínido sería un “eslabón”.
Los hallazgos de fósiles, a partir del siglo XX, han reforzado la hipótesis de la evolución. Pero, como los investigadores esperaban encontrar una especie de “mitad mono” y “mitad hombre” y nunca la hallaron, pensaron que había algún “eslabón perdido” en esa cadena de evolución continua.
El registro fósil no apoyaba la teoría gradual, sino que daba testimonio de saltos y de discontinuidad.
Sin embargo, Darwin argumentaba que el registro era incompleto e imperfecto, era como un libro al que sólo le quedan escasas páginas, pocas líneas por página, pocas palabras por línea y pocas letras por palabra.
El evolucionismo en la actualidad
Actualmente, las explicaciones evolucionistas están entre aquellos que ven la evolución como una serie de mutaciones drásticas y los que sostienen que la variación es continua.
Stephen Jay Gould, profesor de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), ha reafirmado y al mismo tiempo alterado la teoría de la evolución de Darwin.
Ha escrito numerosos libros y artículos en los que expone sus ideas sobre la evolución humana. Gould plantea el modelo de equilibrios discontinuos, que coincide con el hallazgo y el registro de fósiles.
Sostiene que las especies viven largos períodos de estabilidad, períodos de equilibrio de millones de años, que se ven cortados bruscamente por fases breves de cambios (miles de años) en las cuales aparecen nuevas especies.
Estos cambios rápidos se habrían originado a partir de catástrofes que marcaron profundamente el proceso evolutivo.
Hace 65 millones de años, por ejemplo, una catástrofe provocó la desaparición de los dinosaurios, y este tipo de cambios súbitos se han repetido a lo largo del tiempo.
De este modo, Gould pensaba que el azar y las circunstancias han decidido la historia de la vida en la Tierra.