LOS PRINCIPIOS DE DIGNIDAD HUMANA E IGUALDAD
¿Qué es la dignidad?
A La dignidad es un atributo o cualidad que tienen todos los seres humanos, que les da un valor especial y los hace importantes y respetables por el solo hecho de ser personas, independientemente de su posición social, de sus conocimientos, de su sexo, de su raza, de su religión, de su riqueza o de su estilo de vida.
La dignidad humana es un valor inherente a la persona, es decir, que no es otorgado por nadie ni se puede renunciar a ella, sino que es propio de la condición humana, por el solo hecho de existir.
El reconocimiento de la dignidad humana
El reconocimiento del principio de la dignidad humana siguió un largo proceso histórico hasta la concepción que se tiene hoy en día.
Desde la antigua Grecia, varios filósofos aceptaron que el ser humano tenía un valor especial, único, que tenía su origen en su naturaleza humana. A esta posición se le conoce como iusnaturalista*.
Por otra parte, muchas religiones también consideraron que el ser humano tenía un valor especial, pero que era otorgado por la divinidad, por ejemplo, en el cristianismo al ser hecho a imagen y semejanza de Dios.
Sin embargo, estos principios no eran aplicados a todas las personas y, por el contrario, muchos grupos humanos desconocían el valor de las otras personas lo que llevó a situaciones como la esclavitud, la guerra y los genocidios*.
En ese momento la dignidad era considerada sinónimo de relevancia social, por ello, se creía que era un valor solo para aquellas personas que tenían un puesto de mando en la sociedad, una responsabilidad judicial, un empleo público, o un nombre o título nobiliario.
Fue con la modernidad, y con principios como los propuestos por el filósofo alemán Imannuel Kant, para quien el hombre era un ser único y digno en sí mismo, que se continuó con el desarrollo del concepto hasta reconocerse que todos los seres humanos tenían dignidad, por el solo hecho de serlo, y que esta es un valor supremo de la humanidad.
Persona y dignidad
La dignidad es una cualidad esencial del ser humano, inherente e inalienable* a todas las personas, que está en la base de todas sus actuaciones y sus relaciones sociales, que hace parte de su capacidad de determinar autónomamente su comportamiento, y que evita que la persona sea utilizada para alcanzar fines estatales o privados, por muy importantes que puedan parecer.
El valor único, especial e irrenunciable que otorga la dignidad humana a cada persona, también impone una obligación de respeto en las relaciones interpersonales (respetar la dignidad de los demás), así como un autorrespeto (respetar mi propia dignidad).
Por esto, se espera que los individuos puedan expresar sus opiniones, sean tratados con consideración y sean libres de cualquier trato degradante o cruel, y que se respete su vida, libertad, integridad y propiedad.
En conclusión, la dignidad humana es la base e inspiración de todos los derechos humanos. Ser digno es ser sujeto de derechos. Respetamos la dignidad cuando respetamos los derechos.
Dignidad y sociedad
La dignidad también se encuentra en el centro de las relaciones sociales armoniosas. Es a partir del reconocimiento y el respeto a la dignidad humana que en las comunidades se otorgan e imponen derechos y obligaciones, como preceptos para la vida en sociedad.
Además, el principio de la dignidad también implica la obligación de asumir, de manera solidaria, el desarrollo de las potencialidades presentes en la naturaleza de todo ser humano. Así, la sociedad podrá cooperar en el desarrollo de los proyectos de vida de las personas.
Por otro lado, es preciso recordar que la dignidad humana ha sido reconocida por la comunidad internacional como un valor jurídico, un derecho, por lo cual debe ser protegida, exigida y promovida por todas las personas, los Estados y los organismos internacionales.
En este caso, el Estado se limita a garantizar la dignidad, estableciendo su carácter inviolable y sin afectar la vida de cada persona, y por otro lado, tiene la obligación de crear unas condiciones mínimas para la realización efectiva de los derechos y las libertades propias de una.
A La igualdad y la historia
Durante muchos siglos, se pensó que los seres humanos no eran iguales ante las autoridades, la ley o el Estado.
Durante las edades antiguas y media, en varios sistemas monárquicos del viejo continente, se llegó a considerar que el poder del rey provenía de Dios, y por ello aquel podía estar por encima de las leyes y tenía una mayor protección de las mismas.
Ante esta situación, los pobres no recibían el mismo trato que los ricos, ni las mujeres el mismo que los hombres, ni los indígenas o afrodescendientes, el que recibían los blancos. No se aceptaba que todos los seres humanos tuvieran el mismo valor, es decir, se negaba el principio de la dignidad humana.
De nuevo fue durante la modernidad, a partir de los principios de la ilustración y la razón, que se dieron importantes luchas por alcanzar la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos.
Durante la Revolución de independencia de Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa en 1789, bajo el principio de que todos los hombres nacen libres e iguales en derechos, se eliminaron los privilegios que tenían algunas clases sociales, (en especial la nobleza y el clero), y se proclamó la igualdad de todos los ciudadanos.
Aunque este fue un gran avance, muchos grupos sociales como las mujeres, los esclavos e incluso los más pobres, continuaron excluidos de muchos derechos y libertades que otras personas habían logrado alcanzar.
El concepto siguió evolucionando hasta el siglo XX, cuando se aceptó que el principio de igualdad impone al Estado la obligación de ofrecer un mismo trato y protección en situaciones similares a todas las personas, sin diferencias de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
Este mismo principio también garantiza que todas las personas gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, por lo cual está prohibido todo tipo de discriminación* y las acciones que lleven a poner a una persona o grupo de personas, en situación de subordinación* o inferioridad frente a otras.
La igualdad no es un principio absoluto
El principio de igualdad no se refiere a que todas las personas sean tratadas exactamente de la misma manera, ni que todos deban ser iguales, en todas las situaciones.
Dado que los individuos cuentan con unas características y cualidades naturales diversas, o incluso existen situaciones sociales, políticas, económicas o culturales discriminatorias, es necesario que el Estado promueva las condiciones para una igualdad real y efectiva, que corrijan las desigualdades que existen en la realidad.
Es por esto que se acepta la existencia de un trato diferenciado, sin llegar a constituir una discriminación, siempre y cuando existan razones legítimas y justificadas para adoptar medidas en favor de los grupos discriminados o marginados, y para proteger a las minorías o a aquellas personas, que por su condición económica, física o mental estén en claras situaciones de inferioridad.
Condiciones del trato diferenciado
Bajo la idea de que la igualdad implica el trato igual entre los iguales y el trato diferente entre los distintos, se han establecido unas condiciones que permiten el trato diferenciado a personas que estén en circunstancias o hechos similares:
- Las personas deben estar en distinta situación de hecho.
- El trato distinto debe tener un objetivo claro y una finalidad.
- Dicha finalidad debe ser razonable, es decir, que se encuentre dentro de los valores y principios de la Constitución.
- Debe existir una coherencia entre la distinta situación de hecho, la finalidad que se persigue y el trato desigual que se otorga.
- Esa coherencia debe ser proporcionada, para que el trato diferente no sea exagerado frente a las circunstancias del hecho y la finalidad que lo justifican.
Lo anterior se puede entender mejor con un ejemplo: imagina que una mujer recibe un salario inferior a un hombre, y ambos tienen el mismo trabajo y cuentan con la misma preparación laboral.
Ante la misma circunstancia (mismo empleo) están en distinta situación (salarios distintos).
La finalidad es equiparar el salario para proteger el derecho a la igualdad, el cual se encuentra dentro de los principios de toda constitución democrática.
El trato diferenciado justificado, sería subir el salario sólo a la mujer para equipáralo al de su compañero, lo cual sería coherente y proporcionado con la situación, y la finalidad que se persigue, por lo tanto, no se estaría discriminando al hombre.