La cuenca del mediterráneo, escenario de antiguas civilizaciones
Se denomina cuenca del Mediterráneo al conjunto de tierras de Europa, Asia y África que rodean al mar Mediterráneo (“mar entre tierras”).
En términos generales, se puede afirmar que es una región montañosa que no cuenta con grandes planicies, sus ríos suelen ser cortos y torrentosos, sus suelos más bien pobres. Se caracteriza por tener un clima templado cálido, que también se conoce como “mediterráneo”.
Durante la Edad Antigua la cuenca del mar Mediterráneo fue el escenario geográfico de diversos pueblos que ligaron su historia a sus aguas y se relacionaron a través de él.
El Mediterráneo no fue una frontera que los separara, sino un mar de encuentro cuyos puentes fueron las islas, las penínsulas y las embarcaciones que lo surcaban.
Debido a las características geográficas de la cuenca, la agricultura no era una actividad fácil.
Cuando a las limitaciones naturales se sumaba una temporada de sequías, una peste, malas cosechas, o si la población aumentaba más allá de cierto límite, se generaban crisis alimenticias que motivaban a algunos grupos a emi¬grar en busca de tierras.
El mar solía ser la vía escogida para dirigirse a otros lugares y establecer colonias, del mismo modo que se utilizaba como principal vía de comercio.
Entre los pueblos mediterráneos, hubo algunos con especial vocación marítima que comerciaron a través de él, promoviendo, de paso, el intercambio cultural.
En este aspecto destacaron los cretenses y micénicos en el Mediterráneo oriental, los fenicios y griegos que recorrieron el mar de un extremo a otro y los cartagineses y etruscos en el Mediterráneo occidental.
Finalmente, los romanos hicieron de él un mare nostrum (mar nuestro) al dominar toda la región y formar un vasto imperio a su alrededor.
La civilización cretense
La primera civilización europea se desarrolló hacia el año 2.000 a.C. en la isla de Creta, al sur del mar Egeo, en el Mediterráneo oriental.
Fue la civilización cretense, también llamada civilización minoica, que prosperó gracias al comercio marítimo con los pueblos mediterráneos.
Esta actividad se vio favorecida por su excelente posición geográfica y por el cultivo de la vid y del olivo que les permitió contar con vino y aceite, dos productos de gran valor comercial.
Los cretenses contaron con una importante flota y además del vino y el aceite, exportaban vasos finos de cerámica, coloridos tejidos y utensilios de bronce.
Importaban cobre, estaño, obsidiana, madera, lino y marfil. También desarrollaron un papel muy rentable como intermediarios comerciales entre sus pueblos vecinos.
Los palacios fueron el centro de esta civilización. Eran sede del gobierno, residencia del rey y sus funcionarios y centros económicos.
Allí se entregaban los productos que los campesinos pagaban como tributos, había un mercado, talleres artesanales y depósitos donde se almacenaban y luego se distribuían los alimentos, las materias primas y los productos manufacturados.
La necesidad de llevar registros de los productos y de administrar la economía en sus diversos aspectos, llevó al desarrollo de una escritura conocida como “lineal A”, aún no descifrada.
La civilización micénica
Hacia el año 1600 a.C., en el sur de la península de los Balcanes, los aqueos conformaron una serie de reinos, cada uno con centro en una ciudad.
Las principales fueron Argos, Pilos, Tirinto y, la mayor de todas, Micenas, de donde deriva el nombre de civilización micénica.
Los micénicos fueron diestros guerreros y conquistaron Creta hacia el año 1450 a.C., adoptando muchos de sus elementos culturales.
La civilización fenicia
En el Mediterráneo oriental, en una estrecha franja de tierra costera, entre las montañas del Líbano y el mar, hacia el año 1.200 a.C. se desarrolló la civilización fenicia, en ciudades independientes como Ugarit, Sidón, Biblos y Tiro.
Hacia el año 1000 a.C. los fenicios iniciaron una expansión comercial, utilizando sus embarcaciones mercantes, los birremes, y se convirtieron en los más expertos navegantes del Mediterráneo.
Descubrieron nuevas rutas marítimas, fundaron factorías y colonias. Sus principales productos de exportación fueron la madera de cedro y la púrpura, ambos de gran valor.
Fueron también intermediarios comerciales de los pueblos del Mediterráneo Occidental y Oriental y, de paso, promovieron el intercambio cultural entre ambas regiones.
Uno de sus principales aportes fue el alfabeto de 22 signos que tenían un valor fonético y que correspondían a las consonantes, base del alfabeto actual.